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EL ÁRBOL


A pesar de lo duro de los días y lo agitado de los vientos, el árbol se balancea pero sus fuertes raíces siguen intactas, le acosa la tempestad pero sigue alzado como una torre de piedra hacia el cielo, lo moja la lluvia persistente resbalando por hojas y tronco pero no lo desploma porque una sabia especialmente fuerte lo alimenta.
A soportado el calor abrasador, el frío intenso, las duras heladas, la oscuridad de la noche, la soledad del invierno. Y ahí está dando su producto, sus hojitas tiernas, sus flores bonitas, sus frutos tersos y su semilla nueva. Ni el tiempo, ni el contratiempo son nada para el árbol cuyas raíces están profundamente clavadas en las entrañas de una buena tierra.
Un buen árbol se valora aún después de ser cortado, porque los buenos también son cortados. Si el produjo buenas semillas durante el tiempo que vivió, semillas que quedan tras él. También su leña calienta a muchos aún después de ser cortado.
Las rugosidades de su corteza muestran que no se rindió a la primera prueba del tiempo, que resistió a muchos embates molestos, que cada día fue una lucha por la vida. Su corte radial muestra en cada uno de sus anillos lo vivido, lo que dieron de si todos sus tiempos disfrutados. Aunque un árbol bueno caiga siempre le queda la esperanza de sus brotes nuevos junto a su tocón.

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