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miércoles

ELLA HOY Y MAÑANA


Tal como se hallaba parecía la ilustración misma del abandono y el desamor. La mitad de ella estaba volcada hacia el exterior del brazo derecho del sillón, cayéndose, como vencida y sin esperanza, como quien acabara de resistir en la última batalla pero saliendo perdedora. La otra mitad se encontraba totalmente resignada sobre el asiento, consumida, sin espíritu alguno que le proporcionara arrestos nuevos. Nada es más triste que ser dejada, olvidada impunemente con tanta indiferencia, quizás injustamente. 
Desde los primeros contactos quedó bien convencida de que no podría disfrutar de independencia y así lo asumió sometiéndose de buen grado, y de por vida, para hacer confortables todos los momentos del hombre que decidió hacerla una pertenencia especial suya. Qué bien lo pasaron juntos en aquellos primeros viajes, sobre todo el los primeros inviernos vividos en común. Cada vez que ella percibía el calor de su robusto cuerpo inundando todo su perímetro, se consideraba una ladrona,  como si le usurpara un poco de su abundante energía varonil para fortalecer su sosa composición. Esto le daba un motivo más de consistencia para seguir adherida con lealtad por el largo de la duración de su relación. Cuántas aventuras diurnas y nocturnas experimentaron juntos, en esa estrecha simultaneidad de uno que propicia calor y otro que suministra albergue.
Habían contemplado, acompañándose mutuamente, infinidad de películas, obras de teatro, conciertos, y todo tipo de eventos, aunque, a medida que pasaban los años y la notaba envejecida, dejó de ser tan apreciativo con ella en cuanto a reconocer su valía, perdiendo el interés que le mostrara al principio. 
Advertía, dolorida, que ya no le profesaba el mismo amor que en los inicios del enamoramiento, aquel de tiempos pasados, cuando salían a la calle llenos de felicidad para ser la envidia de  los vecinos y demás conocidos. No ignoraba que algún día iría a parar al foso del abandono, aunque ya al comienzo ella divisaba desde lejos cómo iba a ser el acabar de ese amor.
En el momento que se agotara, tocarían a su fin los ratos de regocijo para dejar paso a los días de soledad y nostalgia, no obstante continuó decidida a no pensar en ello durante el tiempo de feliz permanencia junto a su compañero. Se prometió que su misión sería hacerle interesante la convivencia y que, mientras quedasen  en su entramado algunas fibras enteras, procuraría estar en todo momento atractiva para el hombre de su vida.
A pesar de ello, la realidad se fue imponiendo y a su amado le venció esa clase de egoísmo que se satisface con cosas nuevas, otra vez el deseo logró doblegar a la fidelidad y perdió el interés en ella. Justo en el instante que él posó sus ojos sobre otra más nueva, bonita y atractiva, más deslumbrante y fibrosa, ella se dio por muerta.
Entonces  se inició la etapa de las excusas, de los pretextos y las justificaciones tontas, de dar rodeos para no decir nada, ni siquiera dedicarle una mirada. Hasta que un día se marchó de casa solo y volvió feliz, resplandeciéndole el semblante. Ella está al tanto de ello sintiendo por dentro que su final se acerca, aunque se resiste a creerlo ya que aún conserva su lugar preferido intacto, sin haberse producido el desalojo o la temida expulsión total que abisma sin remedio. Una verdadera pena ya que se había encontrado muy cómoda en aquel confortable, aunque nada tradicional hogar.
Intenta recordar de nuevo los días de vino y rosas, de eau de parfum imborrable y puestas de sol maravillosas, de paseos junto al mar o por las calles llenas de gente. Solos o entre amigos. Recordó de nuevo cosas simples que realizaron juntos y que fueron importantes para ambos.
El viento… la lluvia… la noche…, y él, estrujándola contra sí con fuerza.
Inevitablemente se pasa al olvido cuando la otra cruza el umbral de la puerta. En el momento que llega una sucesora para ocupar el lugar de la anterior, ésta puede darse por  destituida pues no es muy agradable ser la segundona, esa de la que se acuerden que existe sólo en ocasiones puntuales o de poca relevancia. La cosa ya es irremediable si la sacan de su lugar de siempre y colocan en él a la actual, a la embaucadora de turno, la que será esa nueva acompañante que cubrirá su cuerpo, puesto que supo captar la atención de su mirada.
Y la vieja queda laxa y moribunda allí, arrojada sobre un brazo del sofá, desahuciada, esperando a ser completamente defenestrada a ese lugar de  donde no se regresa. Probablemente, lo que más le fastidie a la lánguida sustituida es el color vivo de la nueva,  ella es de color rojo. La nueva chaqueta es ¡ROJA! 

lunes

PARA DAR HAY QUE TENER

Un niño tenía habitando en su casa cientos de pajaros que había ido coleccionando con ayuda de un amigo muy especial. La verdad es que este niño insistió tanto a su amigo para que le ayudara a conseguir las aves, que éste convino en que lo haría y así lo hizo.
Le enseñó con paciencia el arte de conseguirlos, cosa que aprovechó  bien el muchacho.
Por otra parte, su amigo estaba encantado de ayudarle con los pajaritos porque él tenía mucha, mucha experiencia en eso de regalar herramientas para que otros logren sus sueños.
Como el niño estaba muy contento y valoraba mucho tener tantos de estos animalitos, un día se le ocurrió sacar uno de ellos a la puerta de su casa para disfrute del vecindario.
Todo el que pasaba por allí se percatara de la novedad y decían...¡ Un pajarito!
¡ Este niño tiene un pajarito!
Cómo es de esperar hubo comentarios de todo tipo. Unos argumentaban que el pajarito en cuestión no era de verdad, que parecía ser mecánico. Otros decían que no era suyo y que alguien se la había prestado. Otros opinaban que si era suyo, seguramente ni cantaría ni haría nada.
Pero muchos comprobaron que sí,  que era un pajarito vivaracho y que cantaba bien, que era auténtico. Estos últimos se lo llevaron consigo a su casa y fueron felices escuchando el canto de aquella avecilla.
El niño también fue muy feliz porque le quedaban muchos más para compartir

ENSEÑANZA: Comparte lo que tengas, posiblemente unas cuantas personas lo valorarán.