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lunes

SOLEDAD QUE NO SE VE

La soledad en compañía es una cárcel donde se halla preso el sentimiento y es la histeria de una comunicación tan pobre que propicia la indigencia. Es una agonía interminable de cuchillos clavados en la noche y llamaradas de fuego por el día. Un mirar sin ver y un hablar sin ser oídos, un vacío de caverna sin luz, un vuelo de alas resquebrajadas.
Esta es una soledad de lágrimas inútiles porque no hay otros ojos que las vean para dar consuelo, también es el tumulto de unos gritos desesperados por la impotencia de explicar la pena interna. Es una planta descuidada a punto de secarse y un disfraz de sonrisas para la muerte anunciada. Es un seguir andando sin rumbo y sin proyecto siendo empujados por la inercia que produce una mentira argumentada. Es una piedra de molino que tritura la alegría hasta convertirla en el polvo que se dispersa en el aire haciendola desaparecer. Es una extraña cobardía que adormece al pensamiento y es un adiós sin moverse de la silla. Es una isla sin mar y una roca sin montaña.

MI LIBERDAD DE ESCOGERTE



Me adhiero a las huellas de tus dedos y a causa de tu aliento sobrevivo, cada una de esas obras tuyas me sorprende, me deja boquiabierta, me apabulla. Siento tu amor como las alas del águila protectora con sus polluelos, como esa madre que acuna en su regazo al hijo hasta que concilia el sueño antes de que llegue el alba. No quiero exiliarme de tus ojos ni vivir la aventura de cruzar un campo a través despreciando el camino de regreso a ti, nada puedo alegar en mi defensa ante las caídas, por ello confío en una clemente absolución por tu parte. Esa mano del hombre tendida al pordiosero es una migaja comparada con tus brazos protectores, cálidos, leales y seguros. Me has tejido con fibras de amor puro y, porque derramo lágrimas por la injusticia, sé que no soy una vulgar bestia que no pueda dialogar con su padre de dinámica fuerza. Me falta mucho aún por conocerte pero ya me apasiona lo que de ti conozco, soy consciente de que una eternidad sería necesaria para asumirte y aún así será imposible. Aunque por un tiempo pueda perderme por esta insensatez humana que arrastro como herencia, confío en tu capacidad de amar para volver a encontrarme.

Ya que me he pasado media vida buscándote, amén de librar unas cuantas batallas por escucharte, confío en que no olvides mi nombre y aquel temor primero de hoja temblorosa en la copa de un árbol a punto de despegarse de la rama. Con tu gran generosidad me has regalado una paz incomprensible para todos los sabios de este mundo y, por el simple hecho de contarte mi dolor, tú te lo tragas para siempre. Así, ahora he quedado aún más libre que cuando escogí adherirme a las palmas de tus manos. Sé que aún no ha llegado la hora de mi silencio pero cada vez me cuesta más dolor abrir mis labios, dejar salir el aire de mis pulmones para que vibren las afinadas cuerdas que pusiste en mi garganta, con sonidos cadenciosos para que sirvan de dulces ungüentos a las almas que sufren, cada vez son más numerosos los que sufren y sus llagas más profundas e incurables.
Tú sabes mejor que nadie cuanto valoro el silencio como uno de los tesoros escasos, como lo único que me permite pensarte, reflexionarte, colocar cada objeto en su estante, cada letra en su abecedario, llamar a cada cosa por su nombre, hacer un minucioso repaso de mis haberes para averiguar el saldo existente a mi favor o por el contrario, saber cuan grande es mi deuda. Pero tú me has condenado a denunciar con palabras, a notificar a los hipócritas su desacato, a rechazar la incoherencia o la farsa. Dolorosa condena la mía que siempre he sido amante del silencio, ese que me habla para que paradójicamente pueda ejercitar mis tímpanos como temprana puerta al laberinto donde los sonidos nadan en endolinfa e insisten en procurar placeres a las razón, porque las sinrazones duelen al llegar retumbando a mi cerebro como ese gong metálico que produce un único sonido molesto e impreciso. Ese dulce sonido de la razón viene siempre de la mano del silencio y la meditación en tu exactitud matemática. Necesito escuchar aún todo lo que ignoro, todo eso de que carece mi conciencia para continuar viva, alerta a la invasión de los pájaros negros que tiñen sus plumas con la blanca cal de la apariencia. Dime; ¿Hasta cuando tengo que esperar para otro de mis largos silencios?

martes

EL MIEDO

Muchas veces he percibido que hay una dosis de miedo tras esa apariencia de valiente, tras esa similitud con el rey de la selva rugiendo y mostrando sus colmillos afilados como arma de poder.
Temes muchas cosas, y seguro que te inquieta que se descubra el blanco enfermizo de tu piel o tus dedos de mantequilla.
Aprendiste a dar órdenes y a que se te obedezcan, desde tu escondite de valiente.
Detrás de la fachada de tan aparente edificio, se esconde una corrosiva aluminosis. Estás en vías de ser desenmascarado y te entra el pánico.
Seguro que preferirás morir que hacer frente a la evidencia, porque concibes tu virtual fracaso, no como la justicia sobre la farsa, sino como el final de esa vida creada sin base.
Pero... ¡Mira! Todo estaba sólo en tu imaginación.


LO DURO DE ABRIR CAMINOS

Nunca se recibe con alegría al primer extraño que llega a una ciudad, mas bien se posan en él todos los recelos.
El humano, bella criatura de costumbres, tiembla cada vez que aprecia en el aire un olor diferente al que está habituada su pituitaria. Se inquieta ante los ojos oblicuos cuando los suyos son redondos, y viceversa. Entonces comienza el despliegue de su estrategia defensiva con un ataque, haciéndolo con la boca, con las palabras en forma de dardos envenenados disparados por la lengua. Qué mísero es el miedo que provoca desconfianzas.
Cuánto de atrevida en la ignorancia que imagina peligros.
Si alguien se atreve a abrir una nueva puerta siempre hay veinte dispuestos a cerrarla, cuando alguien se decide a plantar un rosal en el terreno abandonado, aparece el tonto de turno para vomitar sarcasmos y risas tontas de desánimo. Mejor es que sigan creciendo las malas hierbas a las que ya estaban acostumbrados los ojos porque ellas no necesitan cultivadores, mejor es que todo siga como siempre de inservible.
Quien procura abrir un camino a través de la selva, suele sufrir el ataque de los insectos, la picadura de las serpientes o padecer lo abrupto de las plantas que crecen en la ley del mas fuerte.
Tan solo el que se aventura a adentrarse entre tan impresionante población, tal vez, logre el placer de descubrir todas las joyas que se hallan guardadas entre los viejos troncos retorcidos, las exuberantes plantas o la energía que encierran las miles de semillas desconocidas.
Gracias, precursor de la belleza, de no ser por ti, el mundo andaría siempre bajo la densa niebla de la ignorancia.
Por favor, que tus hijos sean abundantes, y que no acabe nunca tu estirpe.

TEJER LIBERTAD

Muchas veces hemos sentido la necesidad de ponerle alas a nuestro corazón al sentirlo cargado por el dolor de un desengaño. Y hemos deseado dejarlo volar ligero y libre de todo peso de revancha, pero ese traidor tiene muchos rincones oscuros donde se pueden ocultar emociones negativas que lancen sus dardos envenenados cada vez que un nuevo dolor esté llamando a su puerta, porque el dolor siempre llama directo a la puerta del corazón haciendo caso omiso al filtro de la razón.
No obstante, para nuestra dicha, no está todo perdido, para nuestra alegría, el corazón puede quedar limpio y libre de amarguras y podemos conducirlo bien sujeto con las riendas de los buenos pensamientos y estando resueltos a que el único sentimiento que alojemos en él sea el amor
. La dificultad estriba en lo anterior dicho, en la facilidad que tienen algunas emociones negativas de instalarse en él, sin permiso de la razón.
Si un hombre protege los tesoros de su casa con un servicio de vigilancia, cuanto más nosotros deberíamos proteger nuestro corazón con una alerta de 24 horas ante los malvados intrusos que quieren invadirlo.
Nadie puede hacerlo en nuestro nombre y sólo de nosotros depende redoblar la vigilancia pues nuestra paz y nuestra liberdad bien lo merecen.

lunes

DESDE LA HONDONADA

Alejarme de su perfume inquietante me procuró un mar de lágrimas y desde entonces ningún otro se le asemeja ni despierta en mí unas pulsaciones vibrantes como aquellas ya que esas primeras inscripciones condicionaron a las futuras, corroborado todo por el hecho odioso de las comparaciones. Nadie puede deshacer sus delicadas mañanas, sus días otoñales o sus agitadas tardes de primavera. La transparencia de las noches o el cálido viento del verano sureño. Se hallan los almacenes de tal forma repletos de ese primario surtido, que basta una tarde oscura y lluviosa para propiciar el clic necesario al rito de la memoria. Las cosas inigualables por idealizadas, emergen de los fondos como granos que, germinando bajo tierra, eclosionan hacia el exterior lustrosos y dando una  nueva vida.
Pudiera  perturbar la idea de que ocupe más espacio el destino de las cosas que el de las personas, que tomen un lugar más avanzado en el ranking de las valoraciones las pequeñeces de la vida. Me pregunto a veces, qué es una persona sin su historia, sin su inicio. La respuesta puede ser sencilla dependiendo de la sencillez de quien responda. Poco o nada puede ser el humano sin sus vivencias, como poco puede valer un árbol sin raíces, un río sin afluentes o un hombre con la amnesia de sus orígenes. “Y me siento bajo los naranjos a paladear un té oloroso con pétalos de rosa y canela, bajo la higuera a bordar filigrana en sus hojas con las espinas del granado. Me ensarto un collar con huesos de chirimoya y con la flor de clavellina tiño de rosa los guijarros blancos del arroyo. Mas tarde desaparezco diminuta y huesuda entre la hierba que ha florecido y entre las gramíneas espigadas¨
De repente, tal como se nos instala un perfume en la memoria, tú puedes estar allí conmigo olfateando la canela, tiñendo los guijarros y sintiendo la humedad de la hierba. Hablar de cosas intrascendentes pero vivas es algo que trasciende. Confesar nuestros errores nos hace entrañables y compartir nuestro dolor nos congratula con la realidad. He aquí mis manos completamente abiertas, extendidas para alcanzar las tuyas, con el bagaje de un pasado y sin ningún temor al futuro.

viernes

DAME UNA TREGUA

Con cada nuevo dia, el amanecer me trae colgada de su brazo, la esperanza de que el dolor no será otra vez el protagonista de la jornada.
Ya fue el rey maligno de gran parte de la noche, con sus clavos hiriendo los tendones, con su fuego abrasando los músculos, con su ácido corroyendo los huesos.
Queriendo despojar a la consciencia de tan tirano invasor, una se adelanta a la mente con más y más proyectos, para que no caer presa de la debilidad y la impotencia.
Hay que darle a los pies su tiempo para que logren la imposible tarea de sostener a todo el cuerpo, incluida la cabeza. Primero se fortalece uno tanteando el suelo para alejar el hormigueo y luego el otro hasta conseguir estar de pie. Finalmente los dos quedan afianzados y se puede empezar a caminar.
Cada día se produce una especie de conquista territorial que me invade el cuerpo, que se manifiesta en una cadena de batallas constantes que nunca se sabe dónde ni cuándo se van a producir, ni en qué parte del cuerpo descargarán su maldito arsenal de dolor paralizante.
Puede ser que el ácido circule ascendente por los dedos de las manos y acelere el pulso con sus mil agujas clavándose a un tiempo, que no se sabe si viene desde adentro hacia afuera o desde afuera hacia adentro.
Al maldito dolor le suplico que me dé una tregua, y a continuación me pongo seria y se lo pido con todas mis fuerzas que me deje en paz.
Y es tal la avalancha de cosas interesantes que le expongo, la batalla pirotécnica que le muestra mi imaginación y la ganas de vivir que vienen en mi defensa, que remite o se adormece, que se rinde y me olvida por el momento.
Estoy segura de que volverá en el momento menos oportuno a amargarme la existencia, porque vuelve con igual fuerza u otra más renovada, pero por ahora lo consigo, en estas ocasiones benditas logro que mi mente lo venza.
Esta victoria temporal es una fiesta de alegría y vida que vale la pena experimentar. Y si alguien me ve solo en ese momento creerá que la vida me ha regalado una salud de hierro.


miércoles

PESO QUE PESA


Algunos días se sabe que sale el sol porque se siente movimiento de personas por calles y las plazas de las ciudades y los pueblos, porque se escucha el griterio de los niños y el bullir de mucha gente de un lado para otro. Pero aún no amanece para el cuerpo que es una mole inapetente y no puede moverla ni un terremoto, que es como un remolino de estrellas revolviéndose por el universo sin propósito alguno, que es un carro cargado de piedras que nadie necesita. Como los pies no quieren andar ni los ojos abrirse, hay que colgarse el día emntero de la nada, con la esperanza de que nadie se dé cuenta de las horas muertas de ese día negro. A pesar de que afuera está el sol luciendo, para el peso que pesa es de noche.
No se tienen fuerzas ni ganas para exhalar un suspiro porque las emociones mas densas y tormentosas se desatan apaleando el ánimo. Y un gran peso que pesa aplasta de forma dominante, muerde caprichoso, hiere sin sentido, anula en impotencias y aísla bajo tierra. Y se desata el torbellino de los interrogantes seguido del agujero del desespero. El cortacésped corta, la aspiradora aspira, el molinillo muele, el horno cuece y fríe la sartén. Los ojos perdidos en la nada y los labios hundidos en una triste mueca. De este peso puede una levantarse pero cada día un poco más débil, cada día un poco más lela pero mirando al futuro.