La soledad en compañía es una cárcel donde se halla preso el sentimiento y es la histeria de una comunicación tan pobre que propicia la indigencia. Es una agonía interminable de cuchillos clavados en la noche y llamaradas de fuego por el día. Un mirar sin ver y un hablar sin ser oídos, un vacío de caverna sin luz, un vuelo de alas resquebrajadas.
Esta es una soledad de lágrimas inútiles porque no hay otros ojos que las vean para dar consuelo, también es el tumulto de unos gritos desesperados por la impotencia de explicar la pena interna. Es una planta descuidada a punto de secarse y un disfraz de sonrisas para la muerte anunciada. Es un seguir andando sin rumbo y sin proyecto siendo empujados por la inercia que produce una mentira argumentada. Es una piedra de molino que tritura la alegría hasta convertirla en el polvo que se dispersa en el aire haciendola desaparecer. Es una extraña cobardía que adormece al pensamiento y es un adiós sin moverse de la silla. Es una isla sin mar y una roca sin montaña.
lunes
DESDE LA HONDONADA
Alejarme de su perfume inquietante me procuró un mar de lágrimas y desde entonces ningún otro se le asemeja ni despierta en mí unas pulsaciones vibrantes como aquellas ya que esas primeras inscripciones condicionaron a las futuras, corroborado todo por el hecho odioso de las comparaciones. Nadie puede deshacer sus delicadas mañanas, sus días otoñales o sus agitadas tardes de primavera. La transparencia de las noches o el cálido viento del verano sureño. Se hallan los almacenes de tal forma repletos de ese primario surtido, que basta una tarde oscura y lluviosa para propiciar el clic necesario al rito de la memoria. Las cosas inigualables por idealizadas, emergen de los fondos como granos que, germinando bajo tierra, eclosionan hacia el exterior lustrosos y dando una nueva vida.
Pudiera perturbar la idea de que ocupe más espacio el destino de las cosas que el de las personas, que tomen un lugar más avanzado en el ranking de las valoraciones las pequeñeces de la vida. Me pregunto a veces, qué es una persona sin su historia, sin su inicio. La respuesta puede ser sencilla dependiendo de la sencillez de quien responda. Poco o nada puede ser el humano sin sus vivencias, como poco puede valer un árbol sin raíces, un río sin afluentes o un hombre con la amnesia de sus orígenes. “Y me siento bajo los naranjos a paladear un té oloroso con pétalos de rosa y canela, bajo la higuera a bordar filigrana en sus hojas con las espinas del granado. Me ensarto un collar con huesos de chirimoya y con la flor de clavellina tiño de rosa los guijarros blancos del arroyo. Mas tarde desaparezco diminuta y huesuda entre la hierba que ha florecido y entre las gramíneas espigadas¨
De repente, tal como se nos instala un perfume en la memoria, tú puedes estar allí conmigo olfateando la canela, tiñendo los guijarros y sintiendo la humedad de la hierba. Hablar de cosas intrascendentes pero vivas es algo que trasciende. Confesar nuestros errores nos hace entrañables y compartir nuestro dolor nos congratula con la realidad. He aquí mis manos completamente abiertas, extendidas para alcanzar las tuyas, con el bagaje de un pasado y sin ningún temor al futuro.
Pudiera perturbar la idea de que ocupe más espacio el destino de las cosas que el de las personas, que tomen un lugar más avanzado en el ranking de las valoraciones las pequeñeces de la vida. Me pregunto a veces, qué es una persona sin su historia, sin su inicio. La respuesta puede ser sencilla dependiendo de la sencillez de quien responda. Poco o nada puede ser el humano sin sus vivencias, como poco puede valer un árbol sin raíces, un río sin afluentes o un hombre con la amnesia de sus orígenes. “Y me siento bajo los naranjos a paladear un té oloroso con pétalos de rosa y canela, bajo la higuera a bordar filigrana en sus hojas con las espinas del granado. Me ensarto un collar con huesos de chirimoya y con la flor de clavellina tiño de rosa los guijarros blancos del arroyo. Mas tarde desaparezco diminuta y huesuda entre la hierba que ha florecido y entre las gramíneas espigadas¨
De repente, tal como se nos instala un perfume en la memoria, tú puedes estar allí conmigo olfateando la canela, tiñendo los guijarros y sintiendo la humedad de la hierba. Hablar de cosas intrascendentes pero vivas es algo que trasciende. Confesar nuestros errores nos hace entrañables y compartir nuestro dolor nos congratula con la realidad. He aquí mis manos completamente abiertas, extendidas para alcanzar las tuyas, con el bagaje de un pasado y sin ningún temor al futuro.
viernes
DAME UNA TREGUA
Con cada nuevo dia, el amanecer me trae colgada de su brazo, la esperanza de que el dolor no será otra vez el protagonista de la jornada.
Ya fue el rey maligno de gran parte de la noche, con sus clavos hiriendo los tendones, con su fuego abrasando los músculos, con su ácido corroyendo los huesos.
Queriendo despojar a la consciencia de tan tirano invasor, una se adelanta a la mente con más y más proyectos, para que no caer presa de la debilidad y la impotencia.
Hay que darle a los pies su tiempo para que logren la imposible tarea de sostener a todo el cuerpo, incluida la cabeza. Primero se fortalece uno tanteando el suelo para alejar el hormigueo y luego el otro hasta conseguir estar de pie. Finalmente los dos quedan afianzados y se puede empezar a caminar.
Cada día se produce una especie de conquista territorial que me invade el cuerpo, que se manifiesta en una cadena de batallas constantes que nunca se sabe dónde ni cuándo se van a producir, ni en qué parte del cuerpo descargarán su maldito arsenal de dolor paralizante.
Puede ser que el ácido circule ascendente por los dedos de las manos y acelere el pulso con sus mil agujas clavándose a un tiempo, que no se sabe si viene desde adentro hacia afuera o desde afuera hacia adentro.
Al maldito dolor le suplico que me dé una tregua, y a continuación me pongo seria y se lo pido con todas mis fuerzas que me deje en paz.
Y es tal la avalancha de cosas interesantes que le expongo, la batalla pirotécnica que le muestra mi imaginación y la ganas de vivir que vienen en mi defensa, que remite o se adormece, que se rinde y me olvida por el momento.
Estoy segura de que volverá en el momento menos oportuno a amargarme la existencia, porque vuelve con igual fuerza u otra más renovada, pero por ahora lo consigo, en estas ocasiones benditas logro que mi mente lo venza.
Esta victoria temporal es una fiesta de alegría y vida que vale la pena experimentar. Y si alguien me ve solo en ese momento creerá que la vida me ha regalado una salud de hierro.
Ya fue el rey maligno de gran parte de la noche, con sus clavos hiriendo los tendones, con su fuego abrasando los músculos, con su ácido corroyendo los huesos.
Queriendo despojar a la consciencia de tan tirano invasor, una se adelanta a la mente con más y más proyectos, para que no caer presa de la debilidad y la impotencia.
Hay que darle a los pies su tiempo para que logren la imposible tarea de sostener a todo el cuerpo, incluida la cabeza. Primero se fortalece uno tanteando el suelo para alejar el hormigueo y luego el otro hasta conseguir estar de pie. Finalmente los dos quedan afianzados y se puede empezar a caminar.
Cada día se produce una especie de conquista territorial que me invade el cuerpo, que se manifiesta en una cadena de batallas constantes que nunca se sabe dónde ni cuándo se van a producir, ni en qué parte del cuerpo descargarán su maldito arsenal de dolor paralizante.
Puede ser que el ácido circule ascendente por los dedos de las manos y acelere el pulso con sus mil agujas clavándose a un tiempo, que no se sabe si viene desde adentro hacia afuera o desde afuera hacia adentro.
Al maldito dolor le suplico que me dé una tregua, y a continuación me pongo seria y se lo pido con todas mis fuerzas que me deje en paz.
Y es tal la avalancha de cosas interesantes que le expongo, la batalla pirotécnica que le muestra mi imaginación y la ganas de vivir que vienen en mi defensa, que remite o se adormece, que se rinde y me olvida por el momento.
Estoy segura de que volverá en el momento menos oportuno a amargarme la existencia, porque vuelve con igual fuerza u otra más renovada, pero por ahora lo consigo, en estas ocasiones benditas logro que mi mente lo venza.
Esta victoria temporal es una fiesta de alegría y vida que vale la pena experimentar. Y si alguien me ve solo en ese momento creerá que la vida me ha regalado una salud de hierro.
miércoles
PESO QUE PESA
Algunos días se sabe que sale el sol porque se siente movimiento de personas por calles y las plazas de las ciudades y los pueblos, porque se escucha el griterio de los niños y el bullir de mucha gente de un lado para otro. Pero aún no amanece para el cuerpo que es una mole inapetente y no puede moverla ni un terremoto, que es como un remolino de estrellas revolviéndose por el universo sin propósito alguno, que es un carro cargado de piedras que nadie necesita. Como los pies no quieren andar ni los ojos abrirse, hay que colgarse el día emntero de la nada, con la esperanza de que nadie se dé cuenta de las horas muertas de ese día negro. A pesar de que afuera está el sol luciendo, para el peso que pesa es de noche.
No se tienen fuerzas ni ganas para exhalar un suspiro porque las emociones mas densas y tormentosas se desatan apaleando el ánimo. Y un gran peso que pesa aplasta de forma dominante, muerde caprichoso, hiere sin sentido, anula en impotencias y aísla bajo tierra. Y se desata el torbellino de los interrogantes seguido del agujero del desespero. El cortacésped corta, la aspiradora aspira, el molinillo muele, el horno cuece y fríe la sartén. Los ojos perdidos en la nada y los labios hundidos en una triste mueca. De este peso puede una levantarse pero cada día un poco más débil, cada día un poco más lela pero mirando al futuro.
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