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jueves
🟡ESCRITURA
Puede que haya tantas explicaciones y razones de porqué se escribe como escritores hay. No es necesario ponerse solemnes o trascendentes ante un hecho tan común como es la escritura. Puede que algunos lo hagan para no morir nunca como el famoso tópico NON OMNIS MORIAR, otros como consecuencia de su actividad seglar como profesores, científicos, periodistas, locutores de radio y tv, estrellas del cine o famosos en general.
Se puede escribir por romanticismo o por soledad, por creatividad y por amar el arte de la palabra, dicho sea de paso, somos bastante a los que nos escasea el arte con las palabras, pero le ponemos voluntad.
En cuanto a lo poético, me he hecho una metáfora con los lobos. Son como criaturas que en determinado momento no dejan de aullar en mi interior. Entonces no es la mera necesidad del lápiz lo que apremia, sino dar atención a esa jauría que se impacienta cuando no recibe el escape a la libertad, se trata de una manada que muerde por dentro de tan comprimida que está.
Durante años deja una salir salir a los cachorros a jugar en la pradera del papel en blanco, guiados por los propios dedos. ¡Qué bonitos son! ¡Qué juguetones y divertidos! ¡Cuánto nos divierten!
Pero se hacen grandes, tanto como nosotros, les crecen garras y dientes, se hacen incluso viejos con nuestro paso, y necesitan su espacio. En ocasiones puede que se me vuelvan en contra queriendo morder, pero lo bueno es que llevan en su sangre la leche de mi amamantamiento, y conozco todas sus flaquezas. Demasiados años bajo mi amparo para no poder con ellos, por eso, al sonido de mi voz, suelen obedecer. El peligro de los lobos es padecer hambre, es entonces cuando atacan todos a la vez, por el puro instinto de supervivencia.
miércoles
LOS LOBOS
Poder leer ha sido siempre uno de mis mejores regalos, y escribir, una consecuencia directa de la lectura. Después de haber leído auténticos pedruscos filosóficos en los que no se deriva placer alguno sino un dolor incisivo sobre la razón, decidí pasarme a unas letras más amables topándome con la poesía, una expresión literaria no menos dolorosa. Soy bastante voluntariosa pero sólo para lo que de verdad creo que vale la pena, porque no dejo de analizar los resultados de mis pasos y mi tiempo, y no tengo inconveniente alguno en cambiar cuando no disfruto con lo que hago o creo estar en un error.
Defiendo que jamás se debe ser desleal con quien confía en nosotros, es uno de los valores en crisis sobre el que me gusta estar alerta.
Puede que haya tantas explicaciones para la razón de porqué se escribe como escritores haya. No es necesario ponerse solemnes o trascendentes ante un hecho tan común como es la escritura. Puede que algunos lo hagan para no morir nunca como el famoso tópico Non omnis moriar. Otros como consecuencia de su actividad seglar como profesores, científicos, periodistas, locutores de radio y tv, estrellas del cine o famosos en general.
Se puede escribir por romanticismo o por soledad, por creatividad y por amar el arte de la palabra, dicho sea de paso, somos bastantes a los que nos escasea el arte con las palabras pero le ponemos empeño para librarnos de la torpeza.
Tocante a la poesía y la escritura, me incliné un día por esta metáfora de los lobos, criaturas que en determinado momento no dejan de aullar en nuestro interior. Entonces no es la mera necesidad del lápiz lo que apremia sino dar atención a esa jauría que se impacienta cuando no recibe su escape hacia afuera o su libertad. Se trata de una manada que muerde por dentro de tan comprimida que se halla y que, aunque van llegando por diferentes vías, se alojan en un mismo sitio inquietando por dentro.
Durante años dejas salir a los cachorros a jugar en la pradera del papel en blanco guiados por las bridas de tus dedos. ¡Qué bonitos son de cachorros! ¡Qué juguetones y alegres! ¡Cuánto nos divierten!
Pero se hacen grandes, tanto como nosotros, les crecen garras y dientes, se hacen incluso viejos a nuestro paso y necesitan desesperadamente su espacio.
En ocasiones puede que se nos vuelvan en contra queriendo mordernos pero lo bueno es que llevan en su sangre la leche de nuestro amamantamiento y conocemos todas sus debilidades. Demasiados años bajo nuestro amparo para no poder con ellos, por eso al sonido de nuestra voz suelen obedecernos. El peligro de los lobos es que lleguen a padecer hambre, es entonces cuando atacan todos a la vez, en jauría, pueden devorarnos.
Defiendo que jamás se debe ser desleal con quien confía en nosotros, es uno de los valores en crisis sobre el que me gusta estar alerta.
Puede que haya tantas explicaciones para la razón de porqué se escribe como escritores haya. No es necesario ponerse solemnes o trascendentes ante un hecho tan común como es la escritura. Puede que algunos lo hagan para no morir nunca como el famoso tópico Non omnis moriar. Otros como consecuencia de su actividad seglar como profesores, científicos, periodistas, locutores de radio y tv, estrellas del cine o famosos en general.
Se puede escribir por romanticismo o por soledad, por creatividad y por amar el arte de la palabra, dicho sea de paso, somos bastantes a los que nos escasea el arte con las palabras pero le ponemos empeño para librarnos de la torpeza.
Tocante a la poesía y la escritura, me incliné un día por esta metáfora de los lobos, criaturas que en determinado momento no dejan de aullar en nuestro interior. Entonces no es la mera necesidad del lápiz lo que apremia sino dar atención a esa jauría que se impacienta cuando no recibe su escape hacia afuera o su libertad. Se trata de una manada que muerde por dentro de tan comprimida que se halla y que, aunque van llegando por diferentes vías, se alojan en un mismo sitio inquietando por dentro.
Durante años dejas salir a los cachorros a jugar en la pradera del papel en blanco guiados por las bridas de tus dedos. ¡Qué bonitos son de cachorros! ¡Qué juguetones y alegres! ¡Cuánto nos divierten!
Pero se hacen grandes, tanto como nosotros, les crecen garras y dientes, se hacen incluso viejos a nuestro paso y necesitan desesperadamente su espacio.
En ocasiones puede que se nos vuelvan en contra queriendo mordernos pero lo bueno es que llevan en su sangre la leche de nuestro amamantamiento y conocemos todas sus debilidades. Demasiados años bajo nuestro amparo para no poder con ellos, por eso al sonido de nuestra voz suelen obedecernos. El peligro de los lobos es que lleguen a padecer hambre, es entonces cuando atacan todos a la vez, en jauría, pueden devorarnos.
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