miércoles

MI MAESTRO


Mi maestro querido, cuánto valoro que me instruyas en una disciplina que me sea útil y provechosa en la vida, que me enseñes la manera de proporcionar el sustento para mi casa y me muestres el orden y la estabilidad para desarrollar esa tarea.
Un buen maestro como tú, argumenta sus enseñanzas, apela al razonamiento y hasta él mismo las ejecuta para que el alumno tenga el mejor de los ejemplos y la más sólida de las guías. Un buen maestro como tú lo eres, aunque cuenta con la intuición de sus alumnos, se asegura del buen entendimiento de la enseñanza a transmitir y , para ello, hace uso de la repetición y el repaso sistemático de las materias.
Tú me has querido instruir con paciencia en cosas grandes y superiores, de un calibre muy alto para mi limitada mente de barro.
Tengo la seguridad de que sólo tú sabes mis limites y conoces mi esfuerzo por entender todo lo perteneciente al área del espíritu. Sé que eres el único que puede determinar el coeficiente de mi intelecto y por eso no me pides lo que no tengo.
Sabes detectar y conoces perfectamente mis emociones y por lo tanto mis límites emocionales, mis carencias en cuanto a comprensión son evidentes y por esa razón me has mostrado una paciencia sin límites. Puedes ver mis genes dañados, como suspendidos de sus tareas originales esperando una reparación que los restaure. Es entonces cuando veo que eres un maestro que trata a sus alumnos de manera individual, que apruebas el examen según nuestras particulares actitudes, según las capacidades, según nuestra fuerza, según nuestra inteligencia. Y debes de sentir piedad por la impotencia de no poder mostrarnos todo cuanto una mente humana perfecta pudiera asimilar.
Seguro que tú sientes piedad de tus alumnos pero lo equilibras con tu paciencia. Es por eso que a diario asisto a tus clases con alegría sabiendo que tú eres el primero que acudes a la cita y sigues instruyendome, tú no te cansas de ser un instructor, de ser el mejor de los maestros.

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