No sé si perdono que perturbases mis sueños
arañando su fina corteza protectora,
porque estás acostumbrado a enterrar cadáveres
poco te importó mi muerte tras causar la herida.
No se si perdono que tirases de la cuerda
en la que me sujetaba para no caerme,
que hasta torpedeases mi velero en alta mar,
y me quitases la silla cuando me sentaba.
Y mordiste las hojas como un gusano hambriento
a la verde calabaza que me daba sombra,
y me cercaste con un fuego como al escorpión
sabedor de que podía llegar a suicidarme.
Nada te importó tensar con precisión el arco,
calcular con tu certera flecha en mi diana,
buscando jugar al escondite entre mis joyas
para conocer mis secretas intimidades.
No te tocó el dolor de verme mujer herida
y de mi soledad hiciste burda imitación,
llorando lágrimas como un cocodrilo verde,
esas que ni siquiera la tierra pudo tragasrse
. Elegiste seguir con el canto de una nana
al llegar la hora justa para despertarme,
tomando por rehenes a las palabras libre
s y poder secuestrar las bellezas que yo amo.
Nada dudaste al dejarme seca de recursos,
te viste con derecho de ultrajar mis dominios
plantaste tus besos para que dieran pétalos
a hurtadillas, de noche como hacen los ladrones.
Nada te detiene porque te crees fundamental
aunque cuando tú pases las flores se marchiten
porque has querido a todas robarles su perfume
tras clavar a las mariposas con tus alfileres.
Quisiste hacerme la victima de entre otras ovejas
mientras pastaba tranquila por un prado libre.
Perdonar, perdonar...puede que lo logre un día
Para olvidar... como no soy un ángel... ¡Nunca!
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