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EL LENGUAJE

Qué maravilla es el lenguaje para el ser humano, ese grandísimo eslabón perdido, de una teoría que nació muerta pues ni el más avanzado de los homínidos ha tenido o tendrá jamás algo parecido al sorprendente hioides en su anatomía. El lenguaje marca una diferencia sustancial entre las bestias y los hombres, entre el gruñido y las palabras. El habla es una capacidad especial y exclusiva de los humanos, un vehículo perfecto para ideas, principios, leyes y sentimientos. Es tan misterioso como útil, tan real como invisible en su origen. Un diseño secreto del más grande artífice, que se esconde en los vericuetos de cada cerebro. Sólo el Creador ha demostrado, hasta ahora, tener el gran conocimiento y el control sobre la manera de funcionar de los lenguajes, sobre la forma de proceder de estos en la mente, sobre las distintas formas de crecer de los hijos y los nietos del idioma.
Y se siente un bien, en parte incredulidad y en parte confianza, por tener una aproximación al uso del lenguaje, por poder retorcerlo, estirarlo, encogerlo,  aplastarlo o estrujarlo hasta que él mismo se manifiesta con las palabras en concordancia con los pensamientos, en afinidad con los propios sentimientos. Se encuentran las palabras para dibujar lo que los ojos vieron y para contar lo que los oídos escucharon, porque eso es lo maravilloso del lenguaje. Y, como queriendo buscar concordia y una noble complicidad, busca oídos, corazones y ojos receptivos.
Entonces ocurre otro milagro, otro suceso poco explicado o inexplicable entre los humanos que es, que gracias al lenguaje, se tienen bellas conexiones entre personas.
Uno debería estar enormemente agradecido por tener la palabra para hablar y el lenguaje para expresar. Hay que estar agradecido al gran comunicador que decidió dotar del don del lenguaje a sus hijos terrestres para hablar con ellos. Si uno quiere hablar habla y si desea callar calla, pero afortunadamente está el poder hablar para que la vida interna fluya como lo hace un río que nace con vocación de regar los valles.
Entonces nuestras palabras trazan su camino, que es el nuestro, ejercitan la inteligencia y la capacidad de análisis, porque conducen al pensar propio y ajeno, y siempre nos dicen que aún estamos a tiempo, que podemos enderezar nuestros actos y enriquecer nuestro vocabulario. Son tantas las palabras buenas, las cadenas de palabras armoniosas que podemos organizar sobre papel o en la mente que siempre puede socorrernos el lenguaje en cada momento de la comunicación. He comprendido que en la vida, no es lo mismo hablar que comunicar, que conversamos intercambiando ideas e impresiones y dialogamos para buscar una solución a algo. Los matices son importantes y las palabras los proporcionan.
Este apunte en mi libreta era necesario porque, aunque no recuerdo cuando aprendí a decir Mamá, sí entiendo lo que significa Madre, y tendo las dos palabras. Como son tan importantes las palabras, hay que aprender a callarlas, hay que saber dormirlas en un sueño bendito para que no hieran, hay que saber enterrarlas para siempre en aras de la paz.
Providencialmente los humanos tenemos un lenguaje en exclusividad y el poder de ejecutarlo, una belleza más ente muchas vanidades.

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