martes

ARRAIGAR















Pasan tormentas, tornados y huracanes pero ni siquiera se estremece la raíz del árbol que llegué a ser con tu sustento. Caen las hojas, tiritan las ramas bajo la nieve caída durante el invierno pero siempre hay una primavera para los que buscan tu aliento. Tanto eres refugio del rico humilde como del pobre sabio, ambos confluyen en el hueco de tu mano viviendo la íntima alegría que conocen los despojados del orgullo y la altisonante necedad. Quiero seguir teniéndote como el espejo que me reproduce tal cual soy.
Tú no me devuelves una imagen distorsionada para forzarme a vivir esa mentira que se halla suspendida en el denso aire que enfaja a nuestra Tierra.
¡Cuánto le cuesta al pastoso barro seguir las pautas del fuego!
¡Qué difícil elevarse sobre la opresiva masa de incongruencias!
Es costoso remover paso a paso el pensamiento cóncavo para que al fin se proyecte libre tu pensar convexo en grado superlativo.
Solamente se logra la intimidad contigo desde el minucioso escrutinio de tus letras, acrisoladas por todos los fuegos que encendió y apagó el tiempo.

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